La Cirugía Plástica Mexicana, en el Palacio de la Antigua Escuela de la Medicina
Reconocimiento al Dr. Fernando ORTIZ MONASTERIO
* Museo de la Medicina Mexicana.
* Sala doctor Fernando Ortiz Monasterio
La Facultad de Medicina ha recuperado el espacio de su Antigua Casa, convertida ahora en el "Palacio de la Escuela de Medicina", reconstruida en 1980 con esmero, pero sobre todo, con cariño. Ha sido objeto de cuidado constante, de ampliación y adecuación de los espacios utilizables.
Alberga actualmente al Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, al Archivo Histórico de la Facultad, a la Biblioteca Histórico - Médica Dr. Nicolás León, al Museo de la Medicina Mexicana y a la Unidad Administrativa.
En el Palacio de la Escuela de Medicina (Antiguo Palacio de la Santa Inquisición o del Santo Oficio), en diciembre de 2010 fue inaugurada la Sala “Doctor Fernando Ortiz Monasterio”, dedicada a la historia de la Cirugía Plástica en México.
Dicho espacio, fue diseñado por el propio doctor Monasterio y Garay, quien donó libros, objetos personales y fotografías de sus primeras cirugías reconstructivas a niños con labio y paladar hendido.
Ortiz Monasterio estuvo acompañado por el director de la Facultad de Medicina de la UNAM, Enrique Garué Wiechers, familiares y amigos.
La Estupenda Arquitectura del Palacio de la Escuela de Medicina
El majestuoso edificio está situado frente a la gran plaza de Santo Domingo, fue construido bajo la dirección de Pedro Arrieta, quien comenzó los trabajos del 5 de diciembre de 1732 y los terminó la navidad de 1736.
Por decisión del arquitecto, la entrada está abierta precisamente en el ángulo que forman las calles de la Perpetua (hoy República de Venezuela) y Sepulcros de Santo Domingo (hoy República de Brasil). Por esto el público la llamó "la esquina chata".
El pórtico está adornado, en ambos lados, con cuatro columnas y dos pilastras talladas en piedra berroqueña, con capiteles de orden compuesto. Figuras de rostro humano, reminiscencias tardías del siglo XVI decoran el friso.
La artística portada, con remate semi-octagonal, ejemplo del arte barroco hispano mexicano del siglo XVIII, sirve de marco a la puerta, en dos hojas de gruesos tablones protegidos y guarnecidos con recia clavazón.
En el segundo nivel se repiten detalles de la planta baja, inclusive el arco semioctagonal, salvo las columnas que están substituidas por pilastras. La baranda del balcón es de hierro vizcaíno.
Sobre el nivel de arriba, el remate se aprovechó para ostentar el emblema del Santo Oficio. Del remate arrancan a cada lado, filas de almenas que dan al edificio impresión de solemnidad.
El gran patio es un cuadrado perfecto en cuyos ángulos el constructor hizo alarde de buen gusto e ingenio, al hacer que los arcos de los ángulos semejen mantenerse sin que nada los sostenga. Se trata de la piedra clave prolongada hasta abajo, en "pendatif", como dicen algunas descripciones, o "adaraja" como le llamaron los antiguos alarifes moros de España. El alarde arquitectónico fue ejecutado con gracia y limpieza que pocos edificios presentan.
Tras el encaje de piedra que con amor hicieron nuestros anónimos artistas y que adorna los tres arcos de entrada de la monumental escalera, se admira en el descanso de ésta, una escultura en mármol de Carrara; es el monumento a San Lucas a quien San Pablo llamaba el médico bien amado.
Este bello monumento -modelo del arte clásico del siglo antepasado- labrado por Manuel Villar y su discípulo Soriano, fue obsequiado por la Academia de Bellas Artes de San Carlos a la Escuela de Medicina e inaugurado solemnemente el año de 1860.
El antiguo edificio de la Inquisición comprendía no solamente esta casa, sino también la de junto, el 35 de la avenida Brasil, antes número uno de la tercera calle de Santo Domingo, adquirida en 1915 para la Escuela de Medicina por el Dr. Ángel Hidalgo. Más hacia el noreste, las construcciones donde estuvieron las cocheras de los inquisidores, en la primera calle de Colombia llamada durante varios siglos "calle de cocheras", en lo que es hoy calle de Venezuela, estuvieron las cárceles perpetuas, por lo que la calle se llamó, hasta 1916, calle de La Perpetua.
Tribunal del Santo Oficio
El 8 de junio de 1813 fue clausurado en México el Tribunal del Santo Oficio en virtud del decreto de las cortes españolas que lo extinguieron el 22 de febrero de ese año. Sin embargo, Fernando VII, hizo que se restableciera el 21 de enero de 1814 hasta que fue suprimido definitivamente el 31 de mayo de 1820. Durante esa etapa tuvo en sus prisiones a la más trascendental figura de nuestra Guerra de Independencia, don José María Morelos.
Este edificio alojó además, al inquieto fray Servando Teresa de Mier.
Una figura trágica, sentimental y romántica es la de Manuel Acuña, que siendo estudiante y alumno interno de esta Escuela se suicidó en las habitaciones de lo que entonces era un patio interior ¿qué estudiante de medicina no se ha puesto a meditar la poesía "Ante un cadáver "?.
También aquí vaga la figura del estudiante y poeta Juan Díaz Covarrubias. Con otros estudiantes de medicina curaba de sus heridas a amigos y enemigos en el hospital de Sangre de Tacubaya. Fue fusilado inhumanamente el 11 de abril de 1859 con otros Mártires de Tacubaya.
Después de diversos usos: Colegio Militar, Lotería Nacional, Escuela Lancasteriana y oficinas de gobierno del estado de México, en 1854 fue adquirido por el Lic. Urbano Fonseca, inspector de instrucción pública, para la Escuela de Medicina.
Llegada de la Escuela de Medicina.
Mencionaremos que el Establecimiento de Ciencias Médicas o Colegio de Medicina, después Escuela Nacional de Medicina, desde que fue fundada el 23 de octubre de 1833, y por no tener edificio propio hubo de recorrer como huésped molesto, sucesivamente, las casas que habían sido el convento de Belem, el hospital y convento ya clausurado de el Espíritu Santo (hoy Casino Español).
Al fin se adquirió el antiguo convento de San Hipólito, esta casa fue comprada para la Escuela de Medicina en $50,000 por abnegados profesores a quienes se les debía más de un año de sueldos.
Para la compra, pagaron: D. Ignacio Erazo, D. José Ma. Vargas, D. Leopoldo Río de la Loza, D. Pablo Martínez del Río, D. Ladislao de la Pascua y D. Miguel Jiménez, cinco mil pesos cada uno, D. Manuel Carpio y D. Ignacio Torres, dos mil pesos cada uno, setecientos pesos el catedrático propietario D. Francisco Ortega: cien pesos cada uno de los profesores agregados, D. Rafael Lucio, D. Luis Muñoz y D. José Ferrer Espejo: y diez mil pesos fueron obtenidos de los fondos de la Escuela.
Sin embargo, San Hipólito fue expropiado para dedicarlo al cuartel de granaderos, a pesar de las justas protestas de la Escuela: en cambio se les dio esta casa que había sido de la Inquisición.
El 7 de junio de 1854, don Salvador Cedillo, canónigo de la Catedral de México, juez de hacienda del Seminario Conciliar y de Capellanías y Obras Pías del arzobispado de México, en representación de dicho Seminario Conciliar, vendió a don José Urbano Fonseca, ministro del Tribunal Supremo de la Nación, inspector general de instrucción pública y fundador del Hospital de sangre de San Pablo (hoy benemérito Hospital Juárez), la parte principal del edificio llamado generalmente "la Inquisición", así como el patio que está anexo por el ángulo que hace contraesquina a la puerta de entrada, con destino a la Escuela Nacional de Medicina: la cantidad estipulada para la compra fue la de cincuenta mil pesos, pagando con escrituras de donación.
Desde que fue Escuela de Medicina, varias modificaciones tuvo la casa:
En 1879, se levantó el tercer piso para anfiteatro de disección, siendo director el Dr. Francisco Ortega.
En 1913, el director Dr. Aureliano Urrutia quiso hacer una escuela eminentemente práctica, comenzando por dotar el anfiteatro de disección con veinte magníficas planchas de mármol que aun se utilizan en la ciudad universitaria, por otra parte, ordenó levantar las baldosas de cantera del patio y cambiarlas por mosaicos; mandó arrancar las balaustradas de bronce y colocar otras de mampostería; instaló pesado armazón de viguetas de fierro para acomodar un tragaluz; San Lucas va del salón de actos al centro del patio; se queman o tiran libros que no son nuevos, emulando el conocido pasaje biográfico de Teofrasto Paracelso.
En 1927, el anexo, donde fue Colegio de los hermanos maristas, se destinó para laboratorios, por el director Dr. Fernando Ocaranza.
En 1933, con motivo del primer centenario del Establecimiento de Ciencias Médicas, al director Dr. Ignacio Chávez, reconstruyó el salón de actos, se construyó un gran auditorio; y también se instalaron con dotación sin precedentes, los laboratorios para los trabajos prácticos de lo que hoy llamamos ciencias básicas, con nuevos y abundantes equipos de gran calidad.
En 1968 el Departamento Central remodeló el edificio, se suprimió el segundo piso que se le había agregado desde el siglo antepasado, y el exterior de la casa recuperó el aspecto que proyectó Pedro Arrieta.
La casa no simplemente es una joya arquitectónica de lo que se enorgullece la ciudad de México. Los largos años de su destino para la enseñanza médica la vinculan, por tradicional afecto, a todos los médicos surgidos de sus aulas y a los maestros que en ella impartieron sus enseñanzas.
Entre ellos cuentan hombres destacados que dieron sus luces no solamente en la cátedra sino también en la práctica clínica, en la investigación y aun en la política, en beneficio de la humanidad.
Es además un recinto donde se han salvado y se conservan documentos de gran valor, especialmente para la historia de las ciencias médicas y para la historia social de México, nos referimos al Archivo Histórico, antaño mal llamado "muerto".
La vieja casa que en otra época fue el Palacio del Santo Oficio ha tenido muchos destinos de alta dignidad: desde 1959 fue, durante mucho tiempo, la sede de sociedades médico-científicas, no menos de quince sociedades tuvieron sus oficinas, salón de decisiones, sus archivos, etc.
Desde 1967 hubo la necesidad de desalojar provisionalmente el edificio para las obras de restauración, por ese motivo las sociedades dejaron lo que fue su hogar durante breves años.
En 1969 se procedió a realizar un estudio completo del edificio, se reconocieron cada uno de los elementos que forman el conjunto de la estructura, surgió así un plan integral de intervención restauradora; sin embargo, éste quedó en un proyecto.
Es hasta el 14 de marzo de 1980, cuando se instaura el patronato para la restauración del Palacio de la Escuela de Medicina, el cual fue inaugurado el 22 de diciembre del mismo año, comprendiendo un centro de estudios superiores, una biblioteca, un Archivo Histórico de la Medicina y el Museo de la Historia de la Medicina Mexicana.
La Academia
La Academia Nacional de Medicina estuvo ubicada en los locales de la Escuela Nacional de Medicina desde 1865. Al principio ocupó los salones del costado sur del patio de los naranjos, en donde se construiría en 1933 lo que es actualmente el auditorio Gustavo Baz, entonces pasó a este lugar aunque debe señalarse que el salón de sesiones se extendía a toda la sala. Allí sesionó la academia ininterrumpidamente hasta 1961, año en el que se mudó a sus nuevas y modernas instalaciones del Centro Médico Nacional del IMSS.
Por motivos de estética se ha elegido para exhibirse aquí el salón de sesiones que existía a principios de siglo. Con el acta constitutiva de la academia al frente, bajo un dosel, la mesa del presidium, copia exacta de la original, queda separada del resto de la sala por un barandal de madera tallada.
En los muros, los retratos de los primeros presidentes de la corporación: Carlos Alberto Ehrmann, Miguel Francisco Jiménez, Luis Hidalgo y Carpio, José María Barceló y Villagrán, Rafael Lucio y Francisco Ortega.
La Academia Nacional de Medicina es el cuerpo colegiado más representativo de la medicina nacional. Agrupa a los más distinguidos profesionistas en el área de la salud de los cuales son médicos su inmensa mayoría, aunque están representados en ella biólogos, médicos veterinarios y zootecnistas y químicos farmacobiólogos.
Precedida por dos corporaciones que llevan su origen hasta 1836, cuando don Manuel Carpio reunió a un grupo de médicos brillantes e inquietos y dio lugar a una primera academia, que por cinco años mantuvo reuniones regulares. En 1851 fue don Leopoldo Río de la Loza el motor de un nuevo esfuerzo. Las sesiones se llevaron nuevamente a cabo, en casa del propio Río de la Loza, a falta de disponer de un espacio oficial, logrando poco más de un año de trabajos; este fue sucedido por otro intento, de 1856 a 1858, que encabezó Gabino Barreda.
La Academia Nacional de Medicina cuenta en su haber con una larga trayectoria. Cuando el 30 de abril de 1864 sesionaron por primera vez los 22 médicos fundadores, se estaba plasmando una inquietud de muchos años. El grupo integraba la sección de ciencias médicas de la comisión científica, artística y literaria. El 30 de diciembre de 1869, la sección se independizaba para convertirse en la Sociedad Médica de México, tomando el nombre de Academia de Medicina de México en 1874, en 1887 se convertía en Nacional.
En 1912, el presidente de la República, don Francisco I. Madero nombraba a la Academia Nacional de Medicina, cuerpo consultivo del gobierno federal, función que ha continuado desempeñando ininterrumpidamente hasta nuestros días.
Es en la academia nacional de medicina en donde se han discutido siempre los temas médicos de mayor trascendencia y actualidad, la conveniencia de utilizar la vacuna de ternera en las campañas contra la viruela, del germen causal de la fiebre amarilla, del bacilo de koch y de su relación etiológica con la tuberculosis, de la vacuna antirrábica, de la epidemiología molecular y de las perspectivas de la salud en México.
Volviendo a su primer asiento, la Academia Nacional de Medicina reafirma su vinculación constante con la facultad de medicina, a la vez que vive la plenitud de su pasado y su compromiso hacia el porvenir.
El Museo
El museo fue inaugurado el 22 de diciembre de 1980, con el compromiso de difundir la historia de la Medicina Mexicana para responder a la necesidad de confirmar los valores culturales de esta especialidad. Surgió de la inquietud de un grupo de universitarios que consideraron su realización como una de las metas inmediatas para preservar el patrimonio universitario.
El museo en la actualidad esta conformado por 25 salas que contemplan desde la época prehispánica hasta el siglo XX las que se han dividido en: México antiguo, herbolaria, Siglo XVI, Siglo XVII-XVIII, Siglo XIX y XX., así como las salas de especialidades, botica esesarte (Dr. Manuel Esearte), otorrinolaringología, radiología, y la sala del desarrollo humano, así como un gran espacio para actividades múltiples.
Con gran tradición de identidad, el museo presenta su acervo, conjuntando así arte, ciencia y tecnología en un esfuerzo más de vinculación universitaria con la comunidad.
En todo momento como en las circunstancias actuales en las que la identidad nacional cobra una relevancia trascendental para afirmar los valores de nuestra cultura y la vigencia de nuestras instituciones, la Medicina Mexicana no puede estar ajena al desarrollo cultural que ha tenido la medicina en México sin ignorar las contribuciones indígenas y propias de nuestra idiosincrasia al pensamiento universal occidental.
Ser moderno dentro del contexto de la ciencia médica no está divorciado de valores de los aportes de la cultura nacional indígena.
La medicina es un reflejo de la identidad propia de quienes han constituido este país a lo largo de los siglos. Recordar nuestras raíces es tener presente nuestro orgullo médico y universitario.
La universidad, mediante este museo acerca a la sociedad con nuestros orígenes.
Las Salas
Sala México Antiguo, Sala Alimentos, Sala Dioses, Sala Tzompatli, Sala El Temascal, Sala Herbolaria, Sala Siglo XVI, Sala Siglo XVII, XIX; Laboratorio de Fisiología, Sala de Ceras, Academia Nacional de Medicina, Botica Esesarte, Sala de Radiología, Sala Dr. Carlos Caqui, Sala Dr. Donato G. Alarcón; Sala Germán y Juan Somolinos, Sala Tomás G. Perrín, Sala Otorrinolaringología, Ginecología y Obstetricia Mexicanas, Sala Museo del Sitio, y Sala Dr. Fernando Ortiz Monasterio.
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