PINTA EL PARAÍSO, Y DESPUÉS ENTRA EN ÉL
*George Otero, el cirujano plástico que deseó su isla y la obtuvo.
* Un soñador y viajero incansable
* Creó su propio Edén, en el cual ahora, vive una eterna luna de miel.
Por. Alejandro MONCADA AMADOR
Enviado Especial
Bahía de Agra dos Reis, Río de Janeiro, Brasil .- George, como le nombra su esposa Claudia y sus amigos, no solamente es un cirujano plástico excepcional, sino también lo es como ser humano.
Es un personaje de novela. Nació en una isla en Brasil, y vivió su adolescencia mirando al mar, apreciando la belleza natural de la floresta, las playas y los animales. Forjó su vida soñando, que algún día también tendría su isla.
A sus 45 años logró hacer realidad su deseo y se convirtió en el Robinson Crusoe del siglo XXI, pero con su toque brasileño.
Su isla hace recordar la libertad y la armonía con la naturaleza en la que vivían dos pequeños infantes, que después de naufragar llegaron a su isla: “Laguna Azul”, película protagonizada por la bella actriz, Brooke Shields. Sólo con una variante, que la vida de George y su isla, sí son reales.
Mar y arena
Pero para lograr que su sueño fuera realidad, George tuvo que estudiar y trabajar. Se graduó en la Universidad de Río de Janeiro como médico y cirujano general, para después cursar la especialización en cirugía plástica, estética y reconstructiva con reconocidos profesores de la medicina, incluyendo al doctor mexicano Mario González Ulloa, con quien perfeccionó sus técnicas en nuestro país en 1976. Su labor intensa como cirujano plástico, durante 17 años, lo acercó a la posibilidad de ser un “suertudo” de la vida, como se autocalifica, y ser dueño de una pequeña extensión de tierra, rodeada por el mar: su Isla de los Deseos, en la llamada Bahía de “Agra dos Reis, al sur de Río de Janeiro, Brasil.
Su isla, esta rodeada por el mar azul turquesa y por arena blanca, como la nieve. Los eucaliptos y palmeras ocupan un lugar destacado. En sus aguas habitan libremente delfines, estrellas de mar, caballos marinos, ballenas, tortugas, morenas, langostas, mejillones y una infinidad de peces multicolores, y en últimas fechas hasta pingüinos.
Cientos de aves sobrevuelan y cortan el viento, y dejan escuchar su canto de alegría por la vida, y dan la bienvenida a los visitantes de la isla. Mientras que las iguanas y demás animales nativos se calientan al sol en una roca elegida, tal vez por su rasposa textura.
George, nos hace dar cuenta que conejos, faisanes, pavo reales y gallos, pasean libre y tranquilamente por la isla, emitiendo sus cánticos y sonidos diversos, con el fondo musical del mar chocando contra las rocas, y que por lapsos, dejan escuchar el tranquilizador sonido de los árboles mecidos por el viento, muchas veces ocupados como hogar por los tucanes.
George nos da a leer su diario, en el cual ha escrito: “…en las noches tengo como techo el cielo y a toda su constelación: el Crucero del Sur, las Tres Marías, la Osa Mayor; los planetas, las estrellas, la luna y todo el universo se integra a una utopía. ¿Será esto una utopía?” Se pregunta así mismo.
¿Qué representa tener su propia isla, se le cuestiona al doctor George Otero?
Y responde sin dudar:
Tener una isla, no es solamente poseer una extensión de tierra cercada por el agua, es un abrigo, un puerto firme, rodeado por un acuario natural, en donde habitan libremente sus moradores. Viven en forma natural y en armonía con el hombre, y en muchas ocasiones sirviendo de compañeros de buceo. Es un acuario natural que nos permite nadar, bucear con diferentes especies marinas, esquiar, velear o navegar, para descubrir otros rincones desconocidos, escalar montañas o simplemente apreciar el entorno”.
¿El Paraíso?
¡Vive la Vida!, no es solamente el saludo de bienvenida a la Isla del Deseo, sino la filosofía de vida del doctor George Otero.
El transformó esta extensión de tierra (8 mil metros cuadrados), capricho de la naturaleza, en su hogar, en su paraíso, en su arca de Noé, ya que en ella habitan decenas de animales, a quienes además proporciona el alimento diario. Ha sumado otras especies, sin romper el equilibrio de su entorno natural. Hizo de su isla, una reserva ecológica: su Edén.
Es gozoso observar que las gaviotas lo acompañan de regreso, como bailarinas de ballet suspendidas en el viento, en un día de pesca, y que siempre le pretenden despojar de sus tesoros robados al mar. El reflejo del atardecer en las aguas azul turquesa del Atlántico, es como el mismo fuego, el del dios griego Hefesto, hijo de Zeus y Hera.
George, quien casi siempre viste de fino algodón y lino blanco, ya sea en su isla o en su consultorio, nos hace recordar la frescura y elegancia del “The Great Gatsby”. Es un hombre feliz y suertudo, como lo menciona a cada instante, acompañando la frase con una sonrisa que no le cabe en el rostro. Su mirada es serena, pero con ese chispazo de luz, de quienes verdaderamente gozan la vida, y que están en paz y en armonía con ella. Es de los seres humanos que tienen en sus manos el pincel y el lienzo, y se dedican a pintar el mundo en forma multicolor.
Cuando se sobrevuela la isla en su hidroavión, se ve la floresta, sus aves multicolores, y las olas golpeando las rocas. Entre los eucaliptos y palmeras, se observa una pequeña construcción: es el hogar de George y su esposa Claudia. La bella palapa, completamente integrada al medio ambiente de la isla, es de escasos 120 metros cuadrados. Este es el lugar que eligió el doctor Otero, para que el hombre, la naturaleza y los animales convivan en total armonía.
Su casa, está construida con madera de eucalipto y cubierta de hojas de palmera seca y paja. No existen muros, únicamente divisiones con vidrios de piso a techo, lo que hace que haya continuidad y que no se perciba en dónde termina la casa, en dónde el jardín; en una palabra, no hay límites más que el mar. Únicamente la recámara, es la zona más resguardada con estructuras de madera.
Su piscina es natural, se llena y vacía con la marea y, su fondo está formado por arena fina y blanca, en el cual se depositan estrellas marinas y caracoles. Cuando la marea sube, uno puede convivir con peces multicolores, cangrejos y morenas, que después regresan al mar abierto. Cuando se aleja la marea, se forma una pequeña playa natural, con bella arena blanca
*George Otero, el cirujano plástico que deseó su isla y la obtuvo.
* Un soñador y viajero incansable
* Creó su propio Edén, en el cual ahora, vive una eterna luna de miel.
Por. Alejandro MONCADA AMADOR
Enviado Especial
Bahía de Agra dos Reis, Río de Janeiro, Brasil .- George, como le nombra su esposa Claudia y sus amigos, no solamente es un cirujano plástico excepcional, sino también lo es como ser humano.
Es un personaje de novela. Nació en una isla en Brasil, y vivió su adolescencia mirando al mar, apreciando la belleza natural de la floresta, las playas y los animales. Forjó su vida soñando, que algún día también tendría su isla.
A sus 45 años logró hacer realidad su deseo y se convirtió en el Robinson Crusoe del siglo XXI, pero con su toque brasileño.
Su isla hace recordar la libertad y la armonía con la naturaleza en la que vivían dos pequeños infantes, que después de naufragar llegaron a su isla: “Laguna Azul”, película protagonizada por la bella actriz, Brooke Shields. Sólo con una variante, que la vida de George y su isla, sí son reales.
Mar y arena
Pero para lograr que su sueño fuera realidad, George tuvo que estudiar y trabajar. Se graduó en la Universidad de Río de Janeiro como médico y cirujano general, para después cursar la especialización en cirugía plástica, estética y reconstructiva con reconocidos profesores de la medicina, incluyendo al doctor mexicano Mario González Ulloa, con quien perfeccionó sus técnicas en nuestro país en 1976. Su labor intensa como cirujano plástico, durante 17 años, lo acercó a la posibilidad de ser un “suertudo” de la vida, como se autocalifica, y ser dueño de una pequeña extensión de tierra, rodeada por el mar: su Isla de los Deseos, en la llamada Bahía de “Agra dos Reis, al sur de Río de Janeiro, Brasil.
Su isla, esta rodeada por el mar azul turquesa y por arena blanca, como la nieve. Los eucaliptos y palmeras ocupan un lugar destacado. En sus aguas habitan libremente delfines, estrellas de mar, caballos marinos, ballenas, tortugas, morenas, langostas, mejillones y una infinidad de peces multicolores, y en últimas fechas hasta pingüinos.
Cientos de aves sobrevuelan y cortan el viento, y dejan escuchar su canto de alegría por la vida, y dan la bienvenida a los visitantes de la isla. Mientras que las iguanas y demás animales nativos se calientan al sol en una roca elegida, tal vez por su rasposa textura.
George, nos hace dar cuenta que conejos, faisanes, pavo reales y gallos, pasean libre y tranquilamente por la isla, emitiendo sus cánticos y sonidos diversos, con el fondo musical del mar chocando contra las rocas, y que por lapsos, dejan escuchar el tranquilizador sonido de los árboles mecidos por el viento, muchas veces ocupados como hogar por los tucanes.
George nos da a leer su diario, en el cual ha escrito: “…en las noches tengo como techo el cielo y a toda su constelación: el Crucero del Sur, las Tres Marías, la Osa Mayor; los planetas, las estrellas, la luna y todo el universo se integra a una utopía. ¿Será esto una utopía?” Se pregunta así mismo.
¿Qué representa tener su propia isla, se le cuestiona al doctor George Otero?
Y responde sin dudar:
Tener una isla, no es solamente poseer una extensión de tierra cercada por el agua, es un abrigo, un puerto firme, rodeado por un acuario natural, en donde habitan libremente sus moradores. Viven en forma natural y en armonía con el hombre, y en muchas ocasiones sirviendo de compañeros de buceo. Es un acuario natural que nos permite nadar, bucear con diferentes especies marinas, esquiar, velear o navegar, para descubrir otros rincones desconocidos, escalar montañas o simplemente apreciar el entorno”.
¿El Paraíso?
¡Vive la Vida!, no es solamente el saludo de bienvenida a la Isla del Deseo, sino la filosofía de vida del doctor George Otero.
El transformó esta extensión de tierra (8 mil metros cuadrados), capricho de la naturaleza, en su hogar, en su paraíso, en su arca de Noé, ya que en ella habitan decenas de animales, a quienes además proporciona el alimento diario. Ha sumado otras especies, sin romper el equilibrio de su entorno natural. Hizo de su isla, una reserva ecológica: su Edén.
Es gozoso observar que las gaviotas lo acompañan de regreso, como bailarinas de ballet suspendidas en el viento, en un día de pesca, y que siempre le pretenden despojar de sus tesoros robados al mar. El reflejo del atardecer en las aguas azul turquesa del Atlántico, es como el mismo fuego, el del dios griego Hefesto, hijo de Zeus y Hera.
George, quien casi siempre viste de fino algodón y lino blanco, ya sea en su isla o en su consultorio, nos hace recordar la frescura y elegancia del “The Great Gatsby”. Es un hombre feliz y suertudo, como lo menciona a cada instante, acompañando la frase con una sonrisa que no le cabe en el rostro. Su mirada es serena, pero con ese chispazo de luz, de quienes verdaderamente gozan la vida, y que están en paz y en armonía con ella. Es de los seres humanos que tienen en sus manos el pincel y el lienzo, y se dedican a pintar el mundo en forma multicolor.
Cuando se sobrevuela la isla en su hidroavión, se ve la floresta, sus aves multicolores, y las olas golpeando las rocas. Entre los eucaliptos y palmeras, se observa una pequeña construcción: es el hogar de George y su esposa Claudia. La bella palapa, completamente integrada al medio ambiente de la isla, es de escasos 120 metros cuadrados. Este es el lugar que eligió el doctor Otero, para que el hombre, la naturaleza y los animales convivan en total armonía.
Su casa, está construida con madera de eucalipto y cubierta de hojas de palmera seca y paja. No existen muros, únicamente divisiones con vidrios de piso a techo, lo que hace que haya continuidad y que no se perciba en dónde termina la casa, en dónde el jardín; en una palabra, no hay límites más que el mar. Únicamente la recámara, es la zona más resguardada con estructuras de madera.
Su piscina es natural, se llena y vacía con la marea y, su fondo está formado por arena fina y blanca, en el cual se depositan estrellas marinas y caracoles. Cuando la marea sube, uno puede convivir con peces multicolores, cangrejos y morenas, que después regresan al mar abierto. Cuando se aleja la marea, se forma una pequeña playa natural, con bella arena blanca
Libertad
“No tenemos ningún animal en cautiverio, así podemos convivir con ellos armónicamente. Son centenas de animales, pero todos viven en libertad. Muchos son transitorios que llegan a la isla, viven un tiempo y se van a otras zonas; al año siguiente regresan porque saben que aquí encontrarán alimento, refugio y protección”
La palapa, fue construida respetando la naturaleza de la isla. Es una casa adaptada a la topografía del lugar. Existen lugares desde los cuales no se percibe la construcción; está totalmente integrada a la floresta. Es una finca en perfecta armonía con la naturaleza, sin fronteras entre el interior y el exterior. Sus espacios se confunden, es difícil determinar en dónde empieza la construcción y en dónde inicia la naturaleza.
“La realización de este sueño, se lo debo a mis hermanos Israel y Gil, arquitecto e ingeniero, respectivamente, quienes en conjunto lograron hacer realidad la idea que yo tenía. Lo hicieron mejor de lo que había imaginado; hicieron lo que llamamos la arquitectura ´George, Mar a Mar´, porque cuando estamos sentados en la sala de la casa, vemos por un lado mar y por el otro también”.
Autosuficiencia
En esta pequeña isla, sentencia el doctor Otero, no existía el agua dulce, por lo que se tuvo que construir cisternas que están colocadas por debajo de la sala y en la recámara. La captación se realiza por medio de “una cola de caballo”, formada con ramas secas de las palmeras, que hacen escurrir el agua de lluvia, la cual es tratada, y reutilizada para las necesidades primarias.
Las aguas negras también son recicladas, mediante un sistema francés, por lo cual de ninguna manera llegan al mar, y son usadas para el riego de las plantas de la isla. La luz eléctrica, se produce con energía solar, al ser captada por celdas y almacenada en baterías. A pesar de ello, la isla, por las noches, también es iluminada por velas y antorchas, lo que da un ambiente de romanticismo al lugar.
“Esta isla, llegó como resultado de mi trabajo como cirujano plástico, y de mi deseo por tenerla, por eso se llama “La Isla de los Deseos”…de tanto desearla, se hizo realidad. Yo navegaba en mi yate, “El soñador”, y me quedaba hasta tres días observándola a la distancia, hasta que un día un amigo me informó que estaba en venta, e hice todo por adquirirla, y aquí estoy. Todo lo que se desea se logra; soy un suertudo”.
George Otero, quien es uno de los mejores cirujanos plásticos tanto en su natal Brasil como en el resto de América Latina, comparte que realmente aquí, en su isla, tiene la sensación de la libertad completa, es como si fuera el creador de su pequeño país, al cual invita a sus múltiples amigos. “Tengo muchos amigos, y uno de mis grandes placeres es compartir, y yo les enseño, cómo preservar la naturaleza y cómo vivir en armonía con ella. Los invito a bucear en las aguas próximas a la isla, y nos encontramos con millares de seres marinos, y observamos que también la belleza, está dentro del mar”.
La palapa, fue construida respetando la naturaleza de la isla. Es una casa adaptada a la topografía del lugar. Existen lugares desde los cuales no se percibe la construcción; está totalmente integrada a la floresta. Es una finca en perfecta armonía con la naturaleza, sin fronteras entre el interior y el exterior. Sus espacios se confunden, es difícil determinar en dónde empieza la construcción y en dónde inicia la naturaleza.
“La realización de este sueño, se lo debo a mis hermanos Israel y Gil, arquitecto e ingeniero, respectivamente, quienes en conjunto lograron hacer realidad la idea que yo tenía. Lo hicieron mejor de lo que había imaginado; hicieron lo que llamamos la arquitectura ´George, Mar a Mar´, porque cuando estamos sentados en la sala de la casa, vemos por un lado mar y por el otro también”.
Autosuficiencia
En esta pequeña isla, sentencia el doctor Otero, no existía el agua dulce, por lo que se tuvo que construir cisternas que están colocadas por debajo de la sala y en la recámara. La captación se realiza por medio de “una cola de caballo”, formada con ramas secas de las palmeras, que hacen escurrir el agua de lluvia, la cual es tratada, y reutilizada para las necesidades primarias.
Las aguas negras también son recicladas, mediante un sistema francés, por lo cual de ninguna manera llegan al mar, y son usadas para el riego de las plantas de la isla. La luz eléctrica, se produce con energía solar, al ser captada por celdas y almacenada en baterías. A pesar de ello, la isla, por las noches, también es iluminada por velas y antorchas, lo que da un ambiente de romanticismo al lugar.
“Esta isla, llegó como resultado de mi trabajo como cirujano plástico, y de mi deseo por tenerla, por eso se llama “La Isla de los Deseos”…de tanto desearla, se hizo realidad. Yo navegaba en mi yate, “El soñador”, y me quedaba hasta tres días observándola a la distancia, hasta que un día un amigo me informó que estaba en venta, e hice todo por adquirirla, y aquí estoy. Todo lo que se desea se logra; soy un suertudo”.
George Otero, quien es uno de los mejores cirujanos plásticos tanto en su natal Brasil como en el resto de América Latina, comparte que realmente aquí, en su isla, tiene la sensación de la libertad completa, es como si fuera el creador de su pequeño país, al cual invita a sus múltiples amigos. “Tengo muchos amigos, y uno de mis grandes placeres es compartir, y yo les enseño, cómo preservar la naturaleza y cómo vivir en armonía con ella. Los invito a bucear en las aguas próximas a la isla, y nos encontramos con millares de seres marinos, y observamos que también la belleza, está dentro del mar”.
El cirujano
En cada uno de los rincones de su isla, el doctor Otero ha colocado bellas esculturas de importantes artistas plásticos, con el propósito de hacer de su isla, también una galería: La primera isla-galería en el mundo, y que pueda ser observada por quienes cruzan las aguas cercanas a ella. “Soy un amante de la belleza, siempre vinculo la belleza, la naturaleza y el amor”. Al decir esto, George, afirma que por eso eligió ser cirujano plástico, ya que en dicha especialización de la medicina, también se crea belleza, conjugando la naturaleza del ser humano, la armonía y el amor por hacer bien las cosas.
Observando el vuelo de las gaviotas, George, como prefiere que se le diga, afirma que su especialidad como cirujano plástico, es el contorno corporal, todo lo que se refiere a lo colocación de implantes: malares, mamas, glúteos y piernas. Cabe señalar que el doctor Otero fue el precursor de los implantes en pantorrillas. También creó las primeras prótesis para glúteos hechas en el mundo para su venta al público, se les conoce como “Prótesis Dr. George Otero”, y las cuales se fabrican en Brasil.
Al recorrer su pequeño embarcadero de la isla, de regreso a la palapa, y cayendo el sol a plomo, el especialista recuerda a su profesor González Ulloa, cirujano plástico mexicano, pionero en los implantes en glúteos con quien perfeccionó su técnica durante cuatro años, para regresar a su natal Brasil y poner en práctica lo aprendido en México.
Una guacamaya nos llama la atención por su colorido, y el doctor Otero la observa a detalle. La imagen lo refiere a su adolescencia, cuando quería plasmar en los lienzos, colores tan vivos como los que estaba viendo en el ave. Y refiere: yo quería ser pintor e irme a estudiar a Francia, pero mi padre no aceptó; estudie medicina, y descubrí que, en la cirugía plástica también se podía hacer arte, y realzar la belleza, provocar armonía y más aún, en el cuerpo humano, por eso elegí ser cirujano plástico. “Nosotros esculpimos cuerpos”.
Sin fronteras
Nos invita a pasar a la sala. Se siente el roce del viento, caminamos sobre tapetes mexicanos, que fueron colocados encima de la arena del mar; la sensación es como el estar aún en la playa. Por debajo, está una de las cisternas en donde se almacena el agua de lluvia que ha sido captada, la cual después de “tratarla” se puede beber.
Desde este cómodo lugar, se observa como única frontera, el mar. A lo lejos navegan yates, cruceros y lanchas deportivas. En ocasiones, el ruido de las aves tropicales, no cede; es ensordecedor, pero no por ello bello. Es el contacto directo con la naturaleza y sus habitantes, porque realmente el intruso es el ser humano.
George tomó el pincel y la pintura, y plasmo en el lienzo de la vida, su paraíso, su Edén.
George Otero y Claudia, aquí pasarán su eterna luna de miel, ya que se acaban de casar en el mes de febrero. Más de 200 visitantes se recibieron en esta isla, que aún, en tempestad es bella.
Y así como escribió George en su diario: el tiempo va transcurriendo lentamente. La noche va dando lugar a una progresiva claridad, y el canto del gallo anuncia un nuevo día, y con ello nuestra partida. Es hora de dejar a George a Claudia y, a éste Edén, en el cual el hombre es el intruso.
Nosotros solamente podemos agregar: ¡Viva la Vida, George!
Datos del doctor George Otero Nunes: Cirujano Plástico Certificado No. 1181. Hospital Ángeles de Interlomas Consultorio 855. Av. Vialidad de la Barranca sin número. Col Valle de las Palmas, Huixquilucan, Edo. de México. Hospital Santa Mónica, Temístocles No. 210, Polanco. Tels: (0155) 5247 4112 / (0155) 5254 4040. E.Mail: dr_georgeotero_cirujano@yahoo.com.mx / cirugiaplastica@drgeorgeotero.com . Página Web: http://www.drgeorgeotero.com/
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